El Vignemale no es la montaña más alta de los Pirineos, honor que ostenta su hermano mayor el Aneto, y ya sólo por eso no veremos surcando sus espaldas una inacabable ristra de frontales al amanecer, ni apenas oiremos el eco de voces rebotando en sus paredes. Para bien o para mal, estaremos a solas con el Vignemale.
Sin embargo, aún no siendo la cumbre más alta, atravesar el mayor y el más alpino de todos los glaciares de los Pirineos, escalar los aéreos últimos cien metros y asomarse al casi un kilómetro de altura de su formidable cara norte, sin duda convierten al Vignemale en una de las mejores ascensiones que podemos hacer en todos los Pirineos.
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Cara Norte del Vignemale desde el refugio de Oulette de Gaube |
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Si no hay tráfico desde Madrid en coche se tarda unas ocho horas en llegar al valle de Gavarnie, último pueblo antes de la ascensión, así que mejor nos armamos de paciencia y vamos tranquilos. Cuando llegamos aún es de día y podemos disfrutar de las increíbles vistas que tenemos desde el camping, pero en cuanto cae la noche nos metemos en las tiendas de campaña que al día siguiente hay que madrugar para intentar coronar al gran coloso.
En la fría quietud de los amaneceres de montaña y con los nervios de los días importantes nos levantamos, desayunamos, preparamos todo para la jornada y recorremos con el coche una pista de montaña que parece no terminar nunca. Desde el parking ya se intuyen el glaciar y la cima. ¡Dios, todo lo que hay que subir!
Con el peso de las mochilas a la espalda paso a paso vamos remontando, acompañados al principio de un rebaño de ovejas, uno de los valles de montaña más bonitos que hayamos podido ver jamás. Poco después de pasar las famosas cuevas, donde se puede hacer una noche intermedia, nos encontramos con el glaciar. Mientras nos ponemos los crampones y comemos algo vamos trazando con la vista el recorrido que tenemos que hacer para evitar la grietas.
Aunque ya empezamos a estar cansados el glaciar resulta ser técnicamente más fácil de lo que parecía y tras unos cuantos resoplones llegamos a la base de la pared que nos queda por escalar para llegar a la cumbre. Nos encordamos porque la roca está un poco suelta y, con la tranquilidad que da la cuerda, conseguimos alcanzar la cumbre desde la que tenemos una visión infinita de los Pirineos.
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Glaciar de Ossoue al Vignemale. |
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Glaciar de Ossoue al Vignemale. |
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Glaciar de Ossoue al Vignemale. |
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Trepada final antes de la cumbre del Vignemale. |
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Trepada final antes de la cumbre del Vignemale. |
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Cumbre del Vignemale. |
El día siguiente, después de la subida y bajada del Vignemale, nos hemos ganado un día de descanso, así que nos lo tomamos con más calma y hacemos una vía ferrata, visitamos el circo de Gavarnie y nos bañamos en el (gélido) río.
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Circo de Gavarnie |
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Vía Ferrata |
Nuestro último día del viaje lo dedicamos a hacer una preciosa excursión, mucho más concurrida, hasta el refugio de Oulette de Gaube al pie de la cara norte del coloso Vignemale donde podemos apreciar la formidable pared de casi un kilómetro vertical que desde las alturas nos vigila.
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En el refugio de Oulette de Gaube. |
Al día siguiente volvemos en coche hacia la rutina del día a día con la sonrisa en los labios de haber podido coronar a un gran coloso.
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